"Cuando seas padre, comerás huevos" (V)

...
III ACTO

Ana corre sin mirar atrás por el camino que lleva al molino. Sus ojos están nublados y un tanto confusos. Se detiene, agotada por el esfuerzo, bajo la sombra de un arbusto. Desde esa distancia puede vislumbrar el tamaño ridículo del pueblo. Enfoca su mirada con una expresión pensativa. Tras recuperar algo de aliento, se incorpora y se dirige a paso ligero de nuevo hacia el pueblo. Su mirada es decidida aunque aún inundada por las lágrimas. Juan está en la cocina. Se repite a sí mismo “Deus meus, ut quid dereliquisti me” mientras se balancea, con la mirada perdida, de alante hacia atrás sentado en el suelo. Ana entra en casa de su tía. Sube las escaleras. Llega al salón de aspecto lúgrube. Se queda observando en el umbral, pero no alcanza a reconocer a su madre en medio de la oscuridad del espacio. Pregunta a las mujeres. Su madre aparece a sus espaldas. María le pide que la ayude a limpiar algunas copas para los invitados. Ana la sigue. Llama su atención, pero María se muestra más ocupada por atender a sus invitados que por escuchar a su hija. Los intentos de Ana por comunicarse con su madre se ven frustrados por las constantes interrupciones de vecinas que acuden a dar el pésame. Ana explota envuelta en ira y le dice que su padre es gay. A María se le cae la copa de las manos formando un estruendo. Clotilde y Bernarda cuchichean sobre lo que acaban de oír ya que no acaban de comprender que significa la palabra gay. Hermenigilda, les explica que quiere decir maricón. Clotilde, con el tono de voz elevado, le recrimina que nunca se entera de nada. Hermenigilda le contesta que no le grite, por que está ciega pero no sorda. María se agacha a recoger los pedazos y se corta. Recrimina a Ana lo que ha provocado y la insta a bajar la voz ya que las mujeres la pueden oír. Pide a Ana que lleve las copas a la mesa. Ana se va indignada. Ana se encierra en una de las habitaciones y dibuja enérgicamente con los auriculares puestos. Juan llega a casa. Todos los invitados se han ido. María está recogiendo los platos. Le pregunta a Juan que va a querer para cenar. Juan le dice que no tiene hambre y que se va a dormir. Juan, María y Ana están en el coche de la autoescuela de vuelta a casa. Juan está concentrado en la conducción. Ana no lleva puestos los auriculares. María rompe el silencio incómodo hablando del paisaje. Ana la interrumpe dirigiéndose a su padre. Le pregunta desde cuándo sabe de su homosexualidad. María pide a su hija que se calle. Los ojos de Juan se nublan. Ana exclama que no puede creer que vayan a seguir con su farsa de matrimonio, que los tiempos han cambiado, ya no están dentro de un círculo represor y aún están a tiempo de rehacer sus vidas. Juan da un frenazo saliendo de la carretera con la cara envuelta en ira mientras grita “Vade retro satana”. María se gira y ordena a su hija que se calle. Reinician la marcha. Ana se pone los auriculares con lágrimas en los ojos.


***


Ana está en su habitación. Abre una carta con el sello del ministerio. En la carta dice que le ha sido concedida una beca para iniciar sus estudios de Ilustración en Londres. Sale de su habitación, se dirige hacia la cocina. Su madre está cocinando una tortilla de patata. Ana le anuncia que le ha sido concedida una beca y que se va en una semana. María le dirige una mirada triste y le dice que si la va a dejar sola con su padre. Ana no contesta. María vuelve la mirada y le dice que le preparará unos “tuperwares” ya que alguien le ha dicho que por ahí se come muy mal. Ana se dirige al salón. Su padre está viendo un programa del corazón sentado en su sillón. Ana se acerca a él. Cuando Juan la ve, cambia de canal susurrando que la televisión está llena de maricones. Ana suspira. Coge el mando y vuelve a sintonizar el canal dónde retransmiten el programa del corazón. Ana sale del salón. Juan apaga el televisor. Ve su imagen reflejada en ella. Se le nublan los ojos. Ana prepara su maleta. Sale de la habitación. Juan se queda encerrado en su habitación. Su madre la ayuda a bajar el equipaje. Le da una bolsa y algo de dinero. La abraza y le pide que llame de vez en cuando. Juan ve por la ventana como parte su hija con los ojos llorosos. Ana pasea por el parque con la mirada relajada. Pasa por delante del banco dónde está normalmente Jesús sermoneando. Esta vez los dos chicos con aspecto punk le acompañan con pancartas en las que se aclama a la desalineación de los individuos de esta sociedad tan materialista. Uno de los “punks” exclama que Jesús era un anarquista. El otro que nos amemos todos como Dios nos ha amado, y acaba con un: ¡viva el amor libre! Jesús lanza a Ana una mirada dulce. Ana sonríe.

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