"Cuando seas padre, comerás huevos" (II)


TRATAMIENTO

I ACTO

Suena una RUMBA. UNAS MANOS cascan un huevo. Tan sólo UNOS NIÑOS que juegan de manera temeraria, dan vida a una plaza desnuda, de pavimento duro y sin vegetación, decorada con algunos bancos y “graffitis” desafortunados. Unas manos baten unos huevos enérgicamente. Un coche tuneado da un fuerte frenazo, por una de las calles que rodea la plaza, casi atropellando a uno de los niños que corre tras el balón. El CONDUCTOR del auto les suelta un grito despectivo. Unas manos derraman huevos batidos mezclados con patata sobre una sartén. Las fachadas de los bloques de hormigón que rodean la plaza, se extienden perforadas por minúsculas ventanas situadas de manera ordenada, y galerías protegidas por toldos verdes, en su mayoría llenas de trastos y ropa tendida multicolor. Unas manos giran la sartén cubierta por un plato. Retiran el plato, dejando sobre él una tortilla de patata. UNA MADRE llama a su hijo desde una de las galerías: es la hora de comer. El niño sale disparado hacia un enorme hueco en planta baja. Aparece un texto “Cuando seas padre, comerás huevos” Una ráfaga de aire abre una de las ventanas, sacudiendo algunos bocetos hechos en carboncillo y unas fotos de dos chicas haciendo muecas. ANA (17), una de las chicas que aparece en las imágenes, cierra la ventana. Su rostro se torna agrio por la agresividad de la luz del sol sobre sus ojos claros y su tez blanca. Abre el armario. La cara interior de una de las puertas está decorada con una imagen de Alaska. La otra tiene un espejo. Se quita el pijama. Se mira de arriba a abajo con una expresión desagradable mientras se pellizca la tripa. Se da la vuelta. Una de sus nalgas está tatuada. Sonríe al mirársela. Ana sale de su habitación vestida con una camiseta de algodón ancha bajo una camisa a cuadros. Su madre MARÍA (50), de constitución chata y regordeta y vestida con una bata colorida, le pide a su hija que compre pan, desde la cocina. Ana se detiene en el umbral. María ordena a su hija, al ver como va vestida, que se ponga la camisa que le compró el otro día, mucho más femenina. Le explica también que ya va teniendo una edad para seguir vistiendo como una niña. Además ese vestuario no va a gustarle nada a su padre, le aclara. Ana baja la mirada y vuelve a su habitación. Ana entra en el salón con una camisa blanca de cuello redondo acabado en puntillas. El espacio está impecable, decorado con muebles de un estilo casi barroco llenos de figuritas y retratos, entre ellos el de la comunión de una adolescente. Su padre JUAN (55), con la camisa abrochada hasta el último botón, está sentado en una butaca, con una postura rígida y las piernas cruzadas, mirando un programa del corazón. Ana le pregunta si va a querer algo de la calle. Juan coge el mando, cambia de canal, y sintoniza la retransmisión de una eucaristía, susurrando que la televisión está llena de maricones y que toda la programación es una basura. Ana baja la mirada y se va. Pasa por el recibidor y toma las llaves situadas entre un San Pancracio y el retrato del enlace de sus padres. Ana camina por la calle con los auriculares del walkman puestos. Pasa por la entrada de un garaje. Se mete y se cambia la camisa blanca por la camiseta de algodón y la camisa a cuadros. Ana se encuentra con INÉS (17), con la cabellera rubia y rizada, y un vestido ajustado. Se acerca a ella con intención de besarla. Ana ve de reojo un coche de autoescuela y hace un gesto con la cabeza desviando el beso de Inés. Inés se gira y descubre el coche de la autoescuela parado en un semáforo. Inés protesta y recrimina a Ana su actitud cobarde. Juan conduce un coche de autoescuela. Escucha un cántico gregoriano. El interior está impecable. Una estatuilla de la virgen María cuelga del espejo interior. Algunas estampitas religiosas decoran el frontal. JESÚS (25) conduce una bicicleta tarareando una canción de Mammas & the Pappas. Su melena larga y negra se menea con la brisa intermitentemente a la vez que se infla la camisa de hilo que cubre su cuerpo. Juan mira impaciente el reloj, en el interior del coche aparcado delante de la autoescuela. Ve a Jesús aparcar la bicicleta en un árbol. Se acerca a la ventanilla del conductor. Jesús le pregunta si él es Juan. Juan le contesta que llega tarde y que no está permitido aparcar las bicis en los troncos de los árboles. Jesús se disculpa sonriente y se dirige hacia la bicicleta. La aparca en otro lugar. Jesús se sienta entusiasmado en el asiento del conductor. Juan le explica con un tono seco, el funcionamiento del coche sin mirarle a los ojos. Le pide que arranque. Jesús, un poco excitado, enciende el motor. Suena una música tipo cántico gregoriano. Jesús le explica que le contaron en una coral en la que acostumbraba a cantar, que hubo un Papa que dictaba dichos cánticos inspirado por el Espíritu Santo. Juan lo mira sorprendido. Jesús le sonríe. Juan se muestra menos tenso y le explica que le relaja escuchar ese tipo de música. Ana e Inés pasean por un parque. El camino está delimitado por una hilera de bancos y árboles en uno de sus laterales y por un estrecho canal en el otro, a la vera del cuál, hay UNOS JÓVENES haciendo “botellón”. Ana e Inés se sientan en un banco. Se besan. Los chicos las silban. Inés les lanza una mirada pícara y vuelve a besar a Ana. Ana se separa y le propone un cambio de lugar.

***

María plancha en una habitación con dos camas individuales, separadas por una mesita que está coronada por un crucifijo y una butaca situada bajo una ventana cubierta por cortinas de ganchillo. Juan aparece en el umbral y le exige, con un tono de voz seco, que se dé prisa ya que aún les espera un rato de coche hasta Girona. Sigue recriminándole que siempre llegan tarde por su culpa. María le contesta si pretende aparecer con la camisa arrugada. Ana e Inés esperan agachadas tras un coche. Inés saca la cabeza descaradamente. Ana le tira del brazo para que vuelva a agacharse. Inés lanza una sonrisa maliciosa y la besa. Sacan las dos la cabeza disimuladamente. Ven salir a Juan. Sale María un instante después. Se alejan caminando uno tras el otro sin pronunciar una palabra. Ana pela unos boniatos en la cocina de sus padres. Los corta en rodajas. Ana explica a Inés que la tortilla de boniato va a ser el invento del año y seguro que es mucho más gustosa que la de patata. Inés casca unos huevos sobre un recipiente. Los bate. Ana se queda con la mirada fijada en el bol con cara de interrogación. Le pregunta a Inés si sabe porqué la gente utiliza la palabra “tortilleras” para denominar a las lesbianas, porque ella no ve ninguna relación. Inés sonríe y argumenta que tal vez sea porque dos huevos completamente iguales se funden en un solo elemento. Ana la mira curiosa. Inés se ríe y le exclama que era una broma. Ana la insulta cariñosamente dejando entrever una sonrisa, mete el dedo en el huevo y lo pasa por la cara de Inés. Inés hace lo mismo riendo. Inician una guerra hasta que se vacía el recipiente. Se detienen. Ana acaricia la cara de Inés. Dejan de reír. Inés le lanza una mirada entre tierna y pasional. Ana besa a Inés. Juan conduce absorto, entonando uno de los cánticos que están sonando. María está dormida con la boca abierta. Suena un TELEFONO. Juan da un codazo a María para que despierte. María coge el teléfono con los ojos aun medio cerrados. María abre repentinamente los ojos. Pregunta a su interlocutor cuando ha sido y le dice que no puede creer que su hermana no la haya llamado antes. Cuelga el teléfono. El coche da un frenazo, hace una maniobra y da la vuelta. Ana e Inés están desnudas, tumbadas en la cama. Se oye un portazo. Levantan bruscamente la cabeza y se miran con una expresión asustada. Juan observa absorto el camino que conforman unos atuendos desde la cocina hacia la habitación. María aparece a sus espaldas, con unas braguitas en las manos, exclamando que es ese desastre y llama a su hija. Ana e Inés salen sonrojadas de la habitación. Ana lleva la camiseta del revés. Inés va vestida con ropa de Ana. Se desplazan hacia el salón recogiendo sus atuendos. María sale de la cocina nerviosa. Pregunta a Ana que estaban haciendo y la regaña por el desastre. Ana e Inés entran intimidadas en el salón. Juan está sentado en su sillón con la mirada sumida en ira, balbuceando algo incomprensible. Inés coge su bolso y se va. Juan da un fuerte golpe sobre una mesita y se levanta repentinamente gritando que son unas sucias inmorales. Le exclama a su hija que se avergüenza de ella. Ana sale corriendo y se encierra en su habitación. Ana llora tumbada en la cama. Inés la llama. Ana le explica que su padre esta fuera de si. Inés la incita a escaparse saltando por la ventana. Ana duda. Inés insiste en que la estará esperando en la esquina. Ana cuelga el teléfono. Camina de un lado al otro de la habitación. Oye unos gritos que vienen desde el salón. Ana se detiene, abre una caja que hay en el interior de su armario. Saca un Papa Noel pegado a una escalera, lo cuelga por la ventana y baja.

***

María ruega a su marido que se calme, ya que le van a oír todos los vecinos. Juan le contesta que cómo se va a calmar después de lo que ha presenciado. María justifica a su hija explicándole que no es para exagerar, ya que sólo son juegos de chiquillas. Juan le recrimina que todo lo que ha pasado es por su culpa, ya que siempre la ha tenido muy consentida. María le contesta que tal vez también a él le ha consentido demasiado. Juan, totalmente descontrolado, lanza un jarrón al suelo y se encierra en su habitación. María recoge resignada los pedazos, con la mirada perdida. María golpea suavemente la puerta de la habitación de su hija. Nadie contesta. Lo prueba de nuevo susurrando su nombre, pero tampoco recibe respuesta. Vuelve a la cocina y se sienta en un taburete. Observa el caos y se lleva la mano a la frente suspirando. Ana e Inés bailan esquizofrénicamente en un bar repleto de gente. Suenan los “Hits” del momento. Todos saltan y cantan totalmente embriagados. Ana camina sola por una calle completamente vacía. Ana sube por la escalera con cierta dificultad, esquivando como puede a Papa Noel. Ana despierta en su habitación. Se incorpora llevándose la mano a la cabeza con cara de resaca. Se dirige hacia la puerta. Al poner la mano en el paño encuentra una nota en el suelo. Es de su madre. Le explica que se ha tenido que ir con urgencia al pueblo ya que su tía está muy enferma. Le explica también que ha dejado preparados unos “tuperwares” con comida en el congelador y que ahora ella deberá encargarse de las tareas de la casa. Acaba pidiéndole que se comporte y que no haga enfadar demasiado a su padre. Ana suspira. Ana entra en el salón. Juan está sentado en su sillón. Juan le pregunta, sin dirigirle la mirada, qué va a preparar para comer. Ana le explica un poco intimidada que ha quedado para comer y que puede calentarse algo de lo que ha dejado su madre en el congelador. Juan le pregunta con quién ha quedado para comer. Ana contesta con un tímido tono de voz que ha quedado con unas amigas. Juan golpea la mesita, mira a Ana y le pregunta si ha quedado con esa sucia. Ana no contesta con la mirada fijada en el suelo. Juan se levanta con aire amenazante. Se acerca hacia ella prohibiéndole terminantemente volver a ver a esa chica. Sigue diciéndole que ahora que su madre falta las instrucciones las determina él. Acaba ordenándole que prepare algo para comer. Ana levanta la mirada envuelta en ira. Le contesta que ella no es la sustituta de su madre, ni su criada y que Inés no es una sucia, sino su novia. Ana se da la vuelta, abre la puerta principal y sale dando un portazo.

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