"Cuando seas padre, comerás huevos" (V)

...
III ACTO

Ana corre sin mirar atrás por el camino que lleva al molino. Sus ojos están nublados y un tanto confusos. Se detiene, agotada por el esfuerzo, bajo la sombra de un arbusto. Desde esa distancia puede vislumbrar el tamaño ridículo del pueblo. Enfoca su mirada con una expresión pensativa. Tras recuperar algo de aliento, se incorpora y se dirige a paso ligero de nuevo hacia el pueblo. Su mirada es decidida aunque aún inundada por las lágrimas. Juan está en la cocina. Se repite a sí mismo “Deus meus, ut quid dereliquisti me” mientras se balancea, con la mirada perdida, de alante hacia atrás sentado en el suelo. Ana entra en casa de su tía. Sube las escaleras. Llega al salón de aspecto lúgrube. Se queda observando en el umbral, pero no alcanza a reconocer a su madre en medio de la oscuridad del espacio. Pregunta a las mujeres. Su madre aparece a sus espaldas. María le pide que la ayude a limpiar algunas copas para los invitados. Ana la sigue. Llama su atención, pero María se muestra más ocupada por atender a sus invitados que por escuchar a su hija. Los intentos de Ana por comunicarse con su madre se ven frustrados por las constantes interrupciones de vecinas que acuden a dar el pésame. Ana explota envuelta en ira y le dice que su padre es gay. A María se le cae la copa de las manos formando un estruendo. Clotilde y Bernarda cuchichean sobre lo que acaban de oír ya que no acaban de comprender que significa la palabra gay. Hermenigilda, les explica que quiere decir maricón. Clotilde, con el tono de voz elevado, le recrimina que nunca se entera de nada. Hermenigilda le contesta que no le grite, por que está ciega pero no sorda. María se agacha a recoger los pedazos y se corta. Recrimina a Ana lo que ha provocado y la insta a bajar la voz ya que las mujeres la pueden oír. Pide a Ana que lleve las copas a la mesa. Ana se va indignada. Ana se encierra en una de las habitaciones y dibuja enérgicamente con los auriculares puestos. Juan llega a casa. Todos los invitados se han ido. María está recogiendo los platos. Le pregunta a Juan que va a querer para cenar. Juan le dice que no tiene hambre y que se va a dormir. Juan, María y Ana están en el coche de la autoescuela de vuelta a casa. Juan está concentrado en la conducción. Ana no lleva puestos los auriculares. María rompe el silencio incómodo hablando del paisaje. Ana la interrumpe dirigiéndose a su padre. Le pregunta desde cuándo sabe de su homosexualidad. María pide a su hija que se calle. Los ojos de Juan se nublan. Ana exclama que no puede creer que vayan a seguir con su farsa de matrimonio, que los tiempos han cambiado, ya no están dentro de un círculo represor y aún están a tiempo de rehacer sus vidas. Juan da un frenazo saliendo de la carretera con la cara envuelta en ira mientras grita “Vade retro satana”. María se gira y ordena a su hija que se calle. Reinician la marcha. Ana se pone los auriculares con lágrimas en los ojos.


***


Ana está en su habitación. Abre una carta con el sello del ministerio. En la carta dice que le ha sido concedida una beca para iniciar sus estudios de Ilustración en Londres. Sale de su habitación, se dirige hacia la cocina. Su madre está cocinando una tortilla de patata. Ana le anuncia que le ha sido concedida una beca y que se va en una semana. María le dirige una mirada triste y le dice que si la va a dejar sola con su padre. Ana no contesta. María vuelve la mirada y le dice que le preparará unos “tuperwares” ya que alguien le ha dicho que por ahí se come muy mal. Ana se dirige al salón. Su padre está viendo un programa del corazón sentado en su sillón. Ana se acerca a él. Cuando Juan la ve, cambia de canal susurrando que la televisión está llena de maricones. Ana suspira. Coge el mando y vuelve a sintonizar el canal dónde retransmiten el programa del corazón. Ana sale del salón. Juan apaga el televisor. Ve su imagen reflejada en ella. Se le nublan los ojos. Ana prepara su maleta. Sale de la habitación. Juan se queda encerrado en su habitación. Su madre la ayuda a bajar el equipaje. Le da una bolsa y algo de dinero. La abraza y le pide que llame de vez en cuando. Juan ve por la ventana como parte su hija con los ojos llorosos. Ana pasea por el parque con la mirada relajada. Pasa por delante del banco dónde está normalmente Jesús sermoneando. Esta vez los dos chicos con aspecto punk le acompañan con pancartas en las que se aclama a la desalineación de los individuos de esta sociedad tan materialista. Uno de los “punks” exclama que Jesús era un anarquista. El otro que nos amemos todos como Dios nos ha amado, y acaba con un: ¡viva el amor libre! Jesús lanza a Ana una mirada dulce. Ana sonríe.

"Cuando seas padre, comerás huevos" (IV)

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Ana está apoltronada en el asiento trasero del coche. Juan conduce ensimismado, con la melodía del canto gregoriano. Ana escucha una música más dinámica a través de los auriculares de su Mp3 mientras observa el paisaje cambiante de más urbano a más rural. Juan no aparta la mirada de la carretera. No se dirigen la palabra. Sobre el horizonte de un paisaje completamente yermo, se intuye una pequeña agrupación de cubículos que se alzan en medio de la llanura, entre los que sobresale un campanar. El coche entra en el pueblo. Unas cajitas blancas se disponen de manera ordenada sobre una alfombra de asfalto gris claro. Ana observa curiosa, como si fuese la primera vez que lo visitase. Está completamente vacío. Los porticones de las ventanas están cerrados. Ana hace un gesto de in confortabilidad. Se cruzan con ALGUNAS MUJERES vestidas de luto, con una silla en la mano, caminando lentamente en la misma dirección. El coche se adentra en una calle estrecha siguiendo a las mujeres a paso lento. Entran en casa de su tía. Es una casa vieja y muy oscura por el reducido tamaño de sus aberturas, que además están cubiertas por mosquiteras. Ana sube por las escaleras de madera que crujen como si se fuesen a romper. Ana oye de fondo la voz de la rezandera. Por el pasillo encuentra a su madre. Esta le ordena que se vista con algo oscuro que esconda el “piercing” de su ombligo y después entre en la habitación dónde se encuentra su tía y le rece un “paternostri”. Ana suelta un bufido. Ana entra en la habitación de vela con un vestido negro y unos calcetines a rallas multicolor. En el centro se intuye, por la oscuridad del habitáculo, una cama con un cuerpo en el interior, rodeado de mujeres que susurran algo balanceándose de alante para atrás. Las mujeres se detienen al notar su presencia, dirigiendo las miradas hacia sus pies. Una de las mujeres le indica dónde se tiene que colocar. Ana reza en voz muy baja, balbuceando el rezo casi de manera incomprensible. Acaba el rezo y todos exclaman un amen a manera de cántico. María pide a su hija que salude a las mujeres y después la ayude a servir las bebidas para los hombres en el porche. Ana saluda a las mujeres con cierta apatía. Éstas le comentan lo mucho que ha crecido mientras le aprietan la mejilla. Juan saluda a los hombres en el porche. Éstos le expresan el tiempo que hace que no lo veían, justo tras la muerte de su madre. Juan contesta cualquier otra cosa con un aire muy tenso. Juan les pregunta por sus familiares y vecinos. Ana deambula entre la habitación y el porche. Observa extrañada a los asistentes: no parecen muy tristes. Parece más un acto social. Algunas mujeres hablan sobre la difunta, otras susurran algo en voz baja mirando a una vecina, otras cuentan leyendas macabras… Los hombres hablan de la sequía, o de fútbol. María la llama para que lleve una bandeja con algunas bebidas y copas al porche. Ana coge la bandeja susurrando que ella no es ninguna criada. Su madre no lo escucha: está más pendiente de que los invitados se sientan cómodos. Ana sale al porche con la bandeja. Juan le hace un gesto para que se aproxime. Ana le da la bandeja y le recrimina que no es ninguna camarera. Juan coge la bandeja balbuceando algo en latín. Pablo llega al porche. A Juan se le desequilibra la bandeja y se le caen algunas copas. Ana le mira extrañada. Juan le pide que entre a buscar algo para recoger los pedazos. Ana se dirige hacia la cocina por el pasillo. Pasa frente a la sala mortuoria. Las mujeres siguen rezando. Vuelve a pasar por el pasillo con una escoba en la mano. Ana se detiene, extrañada por el silencio de las rezanderas, frente la sala de la difunta y ve la presencia de una mujer que llama la atención por sus atuendos multicolor. Es Magda. Se oye el susurro de Clotilde y Bernarda, mientras lanzan miradas despectivas hacia ella. HERMENIGILDA (90), casi inmóvil y con el pelo lleno de canas, les pregunta quién ha entrado. Su hija Clotilde le dice con la voz elevada, que se quede sentadita, que no ha entrado nadie. Magda se acerca a María ofreciéndole el pésame y su ayuda para todo lo que necesite. Ana se acerca a ellas. Magda la mira dulcemente diciéndole que le gustan sus calcetines. Salen al porche. Magda se sirve una copa. Algunos hombres la repasan con la mirada obscena y las mejillas sonrojadas por el coñac. Magda los saluda cordialmente. Juan se acerca a Ana muy tenso y le pregunta por la escoba. Ana le dice que está dentro y que la puede coger él mismo. Magda se despide dando las buenas noches e invita a Ana a pasar por su casa cuando quiera desconectar del ambiente lúgrube y bochornoso de la casa.

***

Tocan las campanas. Juan y tres hombres más sacan el ataúd por la puerta. Les sigue toda la comitiva caminando a paso lento. La familia encabeza la marcha. Sólo se escuchan los llantos de las plañideras. Llegan a la iglesia. La oscuridad del interior contrasta con la luz exterior. Entra la comparsa y se distribuyen entre las cuatro hileras de bancos situados en la nave central. María, Ana y Juan se sientan en el primer banco. Da comienzo la misa. Empieza con un cántico que parece más una competición de cuál es la mujer que más entona la nota. Se hace un silencio. Pablo empieza el sermón. Tiene la mirada fijada en Juan aunque éste la esquiva. Pablo habla sobre la difunta y sobre la entrada en su nueva vida. Sigue hablando sobre que Dios ama por encima de todas las cosas y que todo el mundo tiene espacio en el reino de los cielos: hasta a los pecadores. Pablo se muestra más emotivo. Afirma también que el amor lo puede todo. Pone como ejemplo los amantes de Teruel, que se reencuentran en el más allá, tras su muerte. Sólo entonces pueden consumar su amor, aunque añade que es una pena que no pudieran hacerlo en vida. Nadie entiende la relación del sermón con la difunta… Ana escucha a Clotilde y Bernarda comentar que el cura cada día está más loco, que quién deben ser esos de Teruel… Hermenigilda les cuenta que eran unos amantes… Clotilde la interrumpe diciéndole que ya no sabe lo que se dice. Ana observa a su padre. Juan tiene la mirada dirigida hacia el suelo. Sus ojos están nublados. Ana mira a su padre como si nunca le hubiese visto antes así. Salen de la iglesia. Van camino del cementerio encabezados por Pablo, seguido del ataúd cargado por Juan y tres hombres más, y por el resto de la comitiva. Pablo se gira intermitentemente para buscar la mirada de Juan. Éste desvía su mirada. Pablo se sitúa al lado de Juan. Le comenta que hay cargas que no vale la pena carretear toda la vida, y que los años les han pasado factura a los dos. Juan ni le mira. Llegan al cementerio. En el transcurso del entierro Juan desaparece. Ana le sigue. Juan se detiene frente al panteón dónde se encuentra su familia. Balbucea algo que Ana no llega a comprender. Juan se va. Ana se aproxima al panteón. En el centro está la lápida de su abuela. Ana vuelve al entierro. Meten la caja mortuoria en el nicho. María pregunta a Ana por su padre. Ana contesta que se ha marchado. María suspira. Ana le dice que se va a dar una vuelta. María le pide que no se entretenga ya que la tendrá que ayudar con el aperitivo que va a preparar para los vecinos que se acerquen a darle el pésame.

***

Juan abre con dificultad la puerta de su antiguo hogar. Sale un grupo de murciélagos de su interior. Entra en el patio que está repleto de cacharros relacionados con el campo, llenos de polvo. Sube las escaleras que crujen con cada uno de sus pasos. Llega al comedor y pasa la mano por algunos retratos casi ininteligibles por la capa de polvo que los cubre. Ana llega a casa de Magda. Ésta la invita a pasar. Ana entra. El interior es un juego multicolor de tonos cálidos. Ana observa curiosa un lienzo que hay sobre la mesa cubierto por flores secas desparramadas también sobre el suelo. Magda entra. Le explica su trabajo. Ana le confiesa que a ella le encantaría estudiar Ilustración aunque a sus padres no les atraiga la idea. Magda la anima a hacerlo. Toman una limonada. Conversan sobre la convivencia de Magda en el entorno hostil y cerrado del pueblo. Magda le explica que el secreto es no hacer tanto caso de lo que opinen los demás. Hablan también sobre vínculos padres-hijos. Magda le confiesa que la relación con su hijo se ha deteriorado a causa de la incomunicación. También le explica que su padre se ha agriado mucho desde el enfrentamiento con su abuela, ya que ella fue muy dura con él. Ana se queda muy curiosa. Nunca antes había oído hablar de ella. Decide ir a su casa. Pablo se introduce sigilosamente en casa de los padres de Juan con la mirada dirigida hacia el exterior. Ana camina por la calle con aire pensativo. Juan espera en la cocina a que salga el café. Se sirve una taza. Entra Pablo dirigiendo una mirada cómplice a Juan. A Juan se le derrama el café y se quema un dedo. Se dirige al fregadero. Pablo lo sigue con la intención de ayudarle. Ana se introduce sigilosamente en casa de su abuela. Entra en el patio, abarrotado de objetos llenos de polvo relacionados con el campo. Encuentra un baúl coronado por un retrato de su abuela con cara amenazante. Dentro descubre algunas fotos recortadas en las que aparece su padre con cara sonriente. Se intuye un brazo masculino sobre los hombros de Juan. Ana, con actitud curiosa, sigue inspeccionando fotos colgadas en el patio. En ellas aparecen sus antepasados en el campo. Sube las escaleras decoradas con más retratos. Pablo mira a Juan con cara de deseo y añoranza. Juan mira hacia el suelo con la respiración acelerada. Pablo acaricia la cara de Juan. Juan cierra los ojos. Ana entra en el comedor. Los retratos son más solemnes. Su abuela el día de su enlace, su padre el día de su comunión…y su padre vestido de cura. Ana mira extrañada como si no lo supiera. Su abuela siempre tiene una mirada amargada. Al fondo, a través de la franja que deja la puerta entreabierta de la cocina, se intuye una silueta. Ana se aproxima. Abre un poco más la puerta y ve a Pablo besando a Juan. Ana sale corriendo del comedor. Se oye un estruendo de alguien bajando las escaleras. Juan abre los ojos y corre hacia la ventana. Ve a su hija salir por la puerta principal. Se escurre por la pared con los ojos completamente abiertos mirando a un punto fijo.

"Cuando seas padre, comerás huevos" (III)


II ACTO

Ana sale del portal con la mirada absorta en ira. La puerta de aluminio deteriorado se cierra tras ella. En uno de los bancos de la plaza, se distingue la figura de una chica, sentada sobre el respaldo, fumando un cigarrillo. Es Inés. Ana cruza la calle que rodea la plaza. Inés se gira y la sonríe. Ana relaja su mirada sonriendo también. Se abrazan. Inés le pregunta si todo está bien. Ana le explica que por fin le ha plantado cara a su padre. Inés la felicita por rebelarse contra ese facha. Le habla también de una fiesta de carnaval que va a tener lugar esa misma noche en un local muy frecuentado por gente joven alternativa y liberal. Le aconseja que le vendrá bien emborracharse rodeada de gente que no la reprima ni la condicione. Juan está solo en la mesa del salón comiendo un huevo revuelto con la mirada baja. Se atraganta con una cáscara y susurra algo en latín enfadado. Un autobús para en medio de un paisaje yermo. El autobús se va. María queda sola de pie en medio de la llanura. Camina por una calle limitada por fachadas blancas con pequeñas aberturas llenas de claveles. Se detiene en un banco dónde están sentadas CLOTILDE (70) y BERNARDA (75), dos de las vecinas del pueblo, vestidas con batas estampadas y con un ramillete de boj en la mano. María las saluda y les pregunta como van. Clotilde le explica que su madre cada vez se entera menos de lo que pasa a su alrededor, y que de tanto ver la televisión ha perdido mucha vista. Ellas le preguntan por su niña y su marido. María explica que van tirando. Pasa en bicicleta MAGDA (50) con atuendos juveniles, melena pelirroja y con algunas arrugas que delatan su verdadera edad. Se para. Saluda a María. Magda se va. Clotilde y Bernarda comentan la osadía de esa mujer al ir tan destapada. María se despide. Jesús conduce un poco aturdido el coche de la autoescuela. Juan mira hacia delante sin articular una palabra con aspecto de no haber dormido. Jesús le menciona cuidadosamente que él va tirando y ya le dirá algo cuando quiera que cambie la dirección. Juan no contesta. Paran en un paso para peatones. Una VIEJECITA lo cruza con total parsimonia, cargada con unas bolsas. Pasa un CICLISTA sin pararse en el paso. Arrolla a la viejecita. El ciclista sigue su marcha sin inmutarse. Jesús sale del coche y ayuda a la viejecita a recoger las bolsas. Vuelve al coche. Juan inicia un sermón sobre la pérdida de valores de la juventud. Dice que ya no tienen moral, ni creencias, y que además son todos unos vagos. Jesús le recrimina delicadamente, mientras inicia la marcha, que generalice. Le dice que conoce a mucha gente que colabora con buenas causas en varias asociaciones. Juan se relaja con el tono de voz de Jesús. Ana e Inés pasean por el parque. En uno de los bancos se alza Jesús con una pancarta en la mano en la que dice “Dios aún te ama”. Está dando un sermón sobre la reforma del catolicismo y de la pérdida de la fe entre la gente de su generación a causa de la manipulación llevada a cabo por la institución de la iglesia a lo largo de la historia. DOS PUNKS adolescentes, sentados junto a la orilla del canal, le lanzan cartones de “calimocho” vacíos riéndose de él. Inés le comenta que es un “freak” que ya ha visto alguna vez aparecer por el local y que está un poco loco. Afirma que seguro que es algún Testigo de Jehová que ha tenido problemas con la institución o tal vez es un sectario. Ana lo mira curiosa. Juan conduce absorto. Gira por la primera calle a la derecha. Ve a dos jóvenes caminando cogidas de la mano. Reconoce a su hija y exclama “In de nomine…”. Reduce la marcha. Giran por la primera calle a la derecha. Juan las sigue sigilosamente. Ellas se detienen frente a un portal. Entran. Juan aparca el coche unos metros atrás. Se queda con la mirada fija hacia el portal y las manos en el volante. Juan ve salir a dos chicas disfrazadas, una de ellas de cabaretera y la otra de hombre con sombrero de copa. Las sigue. Juan toca el claxon y ordena a su hija que entre en el coche. Ana e Inés corren. Se meten por una calle cortada para el tráfico por el desfile de carnaval. Juan detiene el coche mordiéndose el labio totalmente enfurecido. Ana e Inés están bailando esquizofrénicamente con una copa en la mano. Están rodeadas de una diversidad de personajes: “Betty la fea” bailando con unas margaritas, mariposas rodeando a “Palomino”… dentro de una nave de una antigua fábrica reformada. El espacio está abarrotado. Ana ya no lleva el sombrero ni la chaqueta. Tiene la camisa entreabierta. Se besan y juegan sensualmente. Al fondo, un lobo (ANDRÉS), apoyado con un brazo en la barra, comenta con un espermatozoide (QUICO) el morbo que le dan esas dos chicas bailando. Quico le dice que son unas crías y le pregunta que ha pasado con la chica con la que salía. Andrés le contesta que ya se ha cansado de ella. Andrés deja la copa en la barra y se dirige hacia Ana e Inés con aire seductor. Juan espera en el coche de la autoescuela mientras escucha música gregoriana. La ventanilla está medio abierta. Pasan DOS BORRACHOS vestidos de mujeres. Se acercan al coche y le preguntan de qué va disfrazado. Juan, con una expresión contenida, les pregunta dónde va a seguir la fiesta. Andrés intenta bailar entre ellas. Inés le cede espacio y le sigue el juego. Ana le mira despectivamente y deja de bailar. Inés se percata y se dirige hacia ella para animarla. Andrés les pregunta que quieren tomar. Va a buscar unas copas. Inés incita a Ana a relajarse, disfrutar y dejarse llevar. Además, le aclara, beberán gratis toda la noche. Ana se relaja con las palabras de Inés. Bailan sin cesar hasta el cierre del local. María entra en la habitación de su hermana con un plato de caldo. En el interior yace GLÓRIA (65), su hermana, en la cama, completamente tapada con una colcha de ganchillo un poco amarillenta. María le toca la frente y le dice que no tiene muy buen aspecto. Gloria contesta que no es peor que el suyo. Bromea diciéndole que parece que le haya pasado un tractor por encima. Las dos se ríen. María vuelve a tomar aspecto serio. Le explica que en los últimos días ha habido algún altercado con Ana. Le explica también que el poco tacto que tiene Juan con ella tampoco le es de gran ayuda. Gloria le recuerda que ella también fue adolescente y cometió sus locuras. Además dicha etapa es una enfermedad que se esfuma con el tiempo. Añade que el hombretón de su marido no tiene tacto con nadie… Gloria interrumpe la conversación con una tos muy aguda. María coge un vaso de agua y le da de beber cuidadosamente. Gloria recupera el aliento. Le pide a María que hable con el cura para que le administre la extremaunción. Ana, Inés y Andrés salen al exterior. Todos están bastante ebrios. Se quedan hablando un rato sobre banalidades. Andrés les propone seguir la conversa en su casa. Ana hace un gesto de desconfianza. Inés se acerca a ella y le susurra al oído que puede ser divertido, que no sea sosa, lo pasarán bien. Ana ve el coche de su padre aparcado al otro lado de la calle. Decide acabar la noche en casa de Andrés. Juan se percata de la presencia de las chicas. Las ve alejarse con un lobo. Los sigue.

***

Andrés abre la puerta y las invita a pasar como si estuvieran en su casa. Inés entra tras él curiosa. Ana entra la última un poco intimidada. Acceden a una especie de salón-cocina-estudio. Andrés enciende unas lamparitas que proyectan una luz muy baja. Las invita a sentarse en un inmenso sofá. El espacio está impecablemente ordenado y decorado con un estilo minimalista. Andrés les pregunta que van a beber. Inés le pregunta que le ofrece. Ana dice que no va a beber más. Andrés se disculpa, ya que va a ponerse algo más cómodo y enseguida vuelve. Inés coge la mano de Ana. Le recrimina su actitud pasiva. Inés la invita a liberarse de la mentalidad cerrada que le han inculcado sus padres. Ana suspira. Juan está dentro del coche con las manos agarradas al volante mirando por la ventanilla hacia arriba. Observa una ventana desde la que se intuye una figura masculina saliendo y entrando del salón. Juan se repite a sí mismo la expresión “Pater dimitti illis non enim sciunt quid faciunt”. Andrés entra en el salón, descamisado, en pantalón corto, con una botella de vino en una mano y una cajita en la otra. Saca unas copas de la barra, que separa la cocina y el salón, y abre la botella. Sirve tres copas. Ana se quita el sombrero de copa con una actitud poco entusiasta. Inés se descalza y reposa los pies sobre el sofá. Andrés pone música. Se sienta entre las dos. Abre la cajita y saca un poco de marihuana. Lía un porro. Ana mira de reojo con una postura totalmente rígida. Inés se muestra cada vez más cómoda. Andrés enciende el porro. Se lo pasa a Inés. Ésta da una calada y empieza a toser. Intenta disimular con una pose sensual. Andrés le coge el porro, da una calada y le pasa el humo con la boca. Ana mira recelosa. Inés toma el porro, absorbe de nuevo y se acerca a Ana pasando por encima de Andrés. Le pasa el humo. Inés besa a Ana. Andrés las acaricia. Ana parece más cómoda. Andrés besa a Inés y toma la mano de Ana colocándola en su paquete. Ana abre los ojos y se levanta del sofá. Inés deja de besar a Andrés. Ana coge su sombrero y se va. Ana baja corriendo las escaleras. Inés corre detrás de ella gritando su nombre. Ana llega al portal. Se detiene. Llega Inés. Ésta le pregunta que le ha pasado. Ana le explica que ella no quiere experimentar porque ya sabe con quién quiere estar, y tiene suficiente con ella, no necesita a nadie más. Inés le dice que sube a recoger sus cosas. Ana sale a la calle. Un coche aparcado le hace luces. Ana reconoce el coche de su padre. Da un fuerte suspiro e inicia su marcha en la dirección opuesta. Juan arranca el coche. Se sitúa en paralelo a Ana. Juan le ordena que suba al coche mientras conduce a velocidad de peatón. Ana ni lo mira. Sigue caminando con el sombrero puesto. Juan balbucea algo de manera incomprensible.

***

María entra en la iglesia. Le da un escalofrío por el cambio de temperatura. La sencillez de la edificación, de un románico prematuro, contrasta con la sobrecargada ornamentación interior. Maria camina tímidamente a través de una de sus alas laterales. Las figuras que representan algunos santos tienen un aire decadente, llenas de polvo y algunas de ellas con alguna parte fracturada. Cruza por delante del altar. Se arrodilla y hace el gesto de la cruz. Sigue hasta detenerse frente de la sacristía. Entre la franja que deja la puerta entreabierta se intuye una silueta con la cabeza recostada sobre la mesa, junto a una botella de güisqui medio vacía. María llama a la puerta. PABLO (55) vestido con una sotana, delgado, con la piel marchita y algunas ojeras; abre la puerta. Sus ojos se abren forzadamente al ver a María. Le da un abrazo. Pablo, pronunciando con cierta dificultad, le pregunta el motivo de su visita. María le explica que su hermana necesita la extremaunción. Pablo le dice que irá enseguida. Se hace un silencio. María se gira con intención de irse. Pablo la interrumpe preguntándole por su marido. María se muestra tensa y baja la mirada. Le contesta que más viejo, como todos. Jesús conduce un poco más relajado el coche de la autoescuela. Juan no dice nada. Para en un semáforo. Un coche con la música elevada se detiene en el carril contiguo. Juan dirige una mirada irritada hacia ellos. En el asiento trasero UN CHICO joven está apoltronado entre DOS CHICAS. Se besa con una de ellas mientras acaricia el pelo de la otra. Juan se desahoga diciendo que la gente joven no tiene vergüenza. Sigue explicando que ahora se juntan unos, luego se separan, ahora pruebo esto, ahora aquello… Jesús le da la razón en su postura crítica con la ansiedad que caracterizan las relaciones de su generación, pero le justifica que no es fácil que sea de otra manera con la sobrecarga de información que reciben, y la esquizofrenia de mundo cambiante en la que han crecido. Jesús acaba diciendo que todos esos valores están en crisis, y que pronto se producirá un cambio… Juan lo mira sorprendido y le dice que parece un buen chico. Ana despierta sobresaltada como si hubiese tenido una pesadilla. Enciende el móvil. Llama pero no recibe ninguna respuesta. SUENA UN TELEFONO. Juan contesta la llamada. La voz de María le anuncia que su hermana ha muerto esa misma noche. Le informa que el entierro será mañana. Juan se niega a asistir al evento. María le exige su presencia ya que sino aparece van a dar mucho que hablar en el pueblo. Ana efectúa una segunda llamada. La madre de Inés contesta al otro lado de la línea. Ana pregunta por Inés. Su madre le contesta que no sabe dónde está ya que no ha pasado la noche en casa. El teléfono se desliza por la mano de Ana hasta llegar al suelo. Juan cuelga el teléfono. Su mirada se nubla. Jesús para el coche. Le pregunta si todo va bien. Juan le dice que no es nada, su cuñada a muerto. Jesús le pone la mano en el hombro. Juan se exalta. Mira el pecho descamisado de Jesús con el crucifijo en el centro. Aparece una imagen de un pecho completamente descubierto con otra cruz. Juan le aparta la mano del hombro gritando encolerizado “Noli me tangere”. Jesús sale asustado del coche. Juan se queda en el interior con la respiración acelerada llevándose la mano a la cabeza. Ana llora tumbada en la cama de su habitación. Su móvil está sonando. Es Inés. Ana no lo coge. Juan entra en casa. Se dirige hacia la habitación de Ana. Llama a su puerta. Ana le contesta un si muy débil. Juan le dice que haga la maleta, en un rato partirán hacia el pueblo ya que su tía ha muerto.

"Cuando seas padre, comerás huevos" (II)


TRATAMIENTO

I ACTO

Suena una RUMBA. UNAS MANOS cascan un huevo. Tan sólo UNOS NIÑOS que juegan de manera temeraria, dan vida a una plaza desnuda, de pavimento duro y sin vegetación, decorada con algunos bancos y “graffitis” desafortunados. Unas manos baten unos huevos enérgicamente. Un coche tuneado da un fuerte frenazo, por una de las calles que rodea la plaza, casi atropellando a uno de los niños que corre tras el balón. El CONDUCTOR del auto les suelta un grito despectivo. Unas manos derraman huevos batidos mezclados con patata sobre una sartén. Las fachadas de los bloques de hormigón que rodean la plaza, se extienden perforadas por minúsculas ventanas situadas de manera ordenada, y galerías protegidas por toldos verdes, en su mayoría llenas de trastos y ropa tendida multicolor. Unas manos giran la sartén cubierta por un plato. Retiran el plato, dejando sobre él una tortilla de patata. UNA MADRE llama a su hijo desde una de las galerías: es la hora de comer. El niño sale disparado hacia un enorme hueco en planta baja. Aparece un texto “Cuando seas padre, comerás huevos” Una ráfaga de aire abre una de las ventanas, sacudiendo algunos bocetos hechos en carboncillo y unas fotos de dos chicas haciendo muecas. ANA (17), una de las chicas que aparece en las imágenes, cierra la ventana. Su rostro se torna agrio por la agresividad de la luz del sol sobre sus ojos claros y su tez blanca. Abre el armario. La cara interior de una de las puertas está decorada con una imagen de Alaska. La otra tiene un espejo. Se quita el pijama. Se mira de arriba a abajo con una expresión desagradable mientras se pellizca la tripa. Se da la vuelta. Una de sus nalgas está tatuada. Sonríe al mirársela. Ana sale de su habitación vestida con una camiseta de algodón ancha bajo una camisa a cuadros. Su madre MARÍA (50), de constitución chata y regordeta y vestida con una bata colorida, le pide a su hija que compre pan, desde la cocina. Ana se detiene en el umbral. María ordena a su hija, al ver como va vestida, que se ponga la camisa que le compró el otro día, mucho más femenina. Le explica también que ya va teniendo una edad para seguir vistiendo como una niña. Además ese vestuario no va a gustarle nada a su padre, le aclara. Ana baja la mirada y vuelve a su habitación. Ana entra en el salón con una camisa blanca de cuello redondo acabado en puntillas. El espacio está impecable, decorado con muebles de un estilo casi barroco llenos de figuritas y retratos, entre ellos el de la comunión de una adolescente. Su padre JUAN (55), con la camisa abrochada hasta el último botón, está sentado en una butaca, con una postura rígida y las piernas cruzadas, mirando un programa del corazón. Ana le pregunta si va a querer algo de la calle. Juan coge el mando, cambia de canal, y sintoniza la retransmisión de una eucaristía, susurrando que la televisión está llena de maricones y que toda la programación es una basura. Ana baja la mirada y se va. Pasa por el recibidor y toma las llaves situadas entre un San Pancracio y el retrato del enlace de sus padres. Ana camina por la calle con los auriculares del walkman puestos. Pasa por la entrada de un garaje. Se mete y se cambia la camisa blanca por la camiseta de algodón y la camisa a cuadros. Ana se encuentra con INÉS (17), con la cabellera rubia y rizada, y un vestido ajustado. Se acerca a ella con intención de besarla. Ana ve de reojo un coche de autoescuela y hace un gesto con la cabeza desviando el beso de Inés. Inés se gira y descubre el coche de la autoescuela parado en un semáforo. Inés protesta y recrimina a Ana su actitud cobarde. Juan conduce un coche de autoescuela. Escucha un cántico gregoriano. El interior está impecable. Una estatuilla de la virgen María cuelga del espejo interior. Algunas estampitas religiosas decoran el frontal. JESÚS (25) conduce una bicicleta tarareando una canción de Mammas & the Pappas. Su melena larga y negra se menea con la brisa intermitentemente a la vez que se infla la camisa de hilo que cubre su cuerpo. Juan mira impaciente el reloj, en el interior del coche aparcado delante de la autoescuela. Ve a Jesús aparcar la bicicleta en un árbol. Se acerca a la ventanilla del conductor. Jesús le pregunta si él es Juan. Juan le contesta que llega tarde y que no está permitido aparcar las bicis en los troncos de los árboles. Jesús se disculpa sonriente y se dirige hacia la bicicleta. La aparca en otro lugar. Jesús se sienta entusiasmado en el asiento del conductor. Juan le explica con un tono seco, el funcionamiento del coche sin mirarle a los ojos. Le pide que arranque. Jesús, un poco excitado, enciende el motor. Suena una música tipo cántico gregoriano. Jesús le explica que le contaron en una coral en la que acostumbraba a cantar, que hubo un Papa que dictaba dichos cánticos inspirado por el Espíritu Santo. Juan lo mira sorprendido. Jesús le sonríe. Juan se muestra menos tenso y le explica que le relaja escuchar ese tipo de música. Ana e Inés pasean por un parque. El camino está delimitado por una hilera de bancos y árboles en uno de sus laterales y por un estrecho canal en el otro, a la vera del cuál, hay UNOS JÓVENES haciendo “botellón”. Ana e Inés se sientan en un banco. Se besan. Los chicos las silban. Inés les lanza una mirada pícara y vuelve a besar a Ana. Ana se separa y le propone un cambio de lugar.

***

María plancha en una habitación con dos camas individuales, separadas por una mesita que está coronada por un crucifijo y una butaca situada bajo una ventana cubierta por cortinas de ganchillo. Juan aparece en el umbral y le exige, con un tono de voz seco, que se dé prisa ya que aún les espera un rato de coche hasta Girona. Sigue recriminándole que siempre llegan tarde por su culpa. María le contesta si pretende aparecer con la camisa arrugada. Ana e Inés esperan agachadas tras un coche. Inés saca la cabeza descaradamente. Ana le tira del brazo para que vuelva a agacharse. Inés lanza una sonrisa maliciosa y la besa. Sacan las dos la cabeza disimuladamente. Ven salir a Juan. Sale María un instante después. Se alejan caminando uno tras el otro sin pronunciar una palabra. Ana pela unos boniatos en la cocina de sus padres. Los corta en rodajas. Ana explica a Inés que la tortilla de boniato va a ser el invento del año y seguro que es mucho más gustosa que la de patata. Inés casca unos huevos sobre un recipiente. Los bate. Ana se queda con la mirada fijada en el bol con cara de interrogación. Le pregunta a Inés si sabe porqué la gente utiliza la palabra “tortilleras” para denominar a las lesbianas, porque ella no ve ninguna relación. Inés sonríe y argumenta que tal vez sea porque dos huevos completamente iguales se funden en un solo elemento. Ana la mira curiosa. Inés se ríe y le exclama que era una broma. Ana la insulta cariñosamente dejando entrever una sonrisa, mete el dedo en el huevo y lo pasa por la cara de Inés. Inés hace lo mismo riendo. Inician una guerra hasta que se vacía el recipiente. Se detienen. Ana acaricia la cara de Inés. Dejan de reír. Inés le lanza una mirada entre tierna y pasional. Ana besa a Inés. Juan conduce absorto, entonando uno de los cánticos que están sonando. María está dormida con la boca abierta. Suena un TELEFONO. Juan da un codazo a María para que despierte. María coge el teléfono con los ojos aun medio cerrados. María abre repentinamente los ojos. Pregunta a su interlocutor cuando ha sido y le dice que no puede creer que su hermana no la haya llamado antes. Cuelga el teléfono. El coche da un frenazo, hace una maniobra y da la vuelta. Ana e Inés están desnudas, tumbadas en la cama. Se oye un portazo. Levantan bruscamente la cabeza y se miran con una expresión asustada. Juan observa absorto el camino que conforman unos atuendos desde la cocina hacia la habitación. María aparece a sus espaldas, con unas braguitas en las manos, exclamando que es ese desastre y llama a su hija. Ana e Inés salen sonrojadas de la habitación. Ana lleva la camiseta del revés. Inés va vestida con ropa de Ana. Se desplazan hacia el salón recogiendo sus atuendos. María sale de la cocina nerviosa. Pregunta a Ana que estaban haciendo y la regaña por el desastre. Ana e Inés entran intimidadas en el salón. Juan está sentado en su sillón con la mirada sumida en ira, balbuceando algo incomprensible. Inés coge su bolso y se va. Juan da un fuerte golpe sobre una mesita y se levanta repentinamente gritando que son unas sucias inmorales. Le exclama a su hija que se avergüenza de ella. Ana sale corriendo y se encierra en su habitación. Ana llora tumbada en la cama. Inés la llama. Ana le explica que su padre esta fuera de si. Inés la incita a escaparse saltando por la ventana. Ana duda. Inés insiste en que la estará esperando en la esquina. Ana cuelga el teléfono. Camina de un lado al otro de la habitación. Oye unos gritos que vienen desde el salón. Ana se detiene, abre una caja que hay en el interior de su armario. Saca un Papa Noel pegado a una escalera, lo cuelga por la ventana y baja.

***

María ruega a su marido que se calme, ya que le van a oír todos los vecinos. Juan le contesta que cómo se va a calmar después de lo que ha presenciado. María justifica a su hija explicándole que no es para exagerar, ya que sólo son juegos de chiquillas. Juan le recrimina que todo lo que ha pasado es por su culpa, ya que siempre la ha tenido muy consentida. María le contesta que tal vez también a él le ha consentido demasiado. Juan, totalmente descontrolado, lanza un jarrón al suelo y se encierra en su habitación. María recoge resignada los pedazos, con la mirada perdida. María golpea suavemente la puerta de la habitación de su hija. Nadie contesta. Lo prueba de nuevo susurrando su nombre, pero tampoco recibe respuesta. Vuelve a la cocina y se sienta en un taburete. Observa el caos y se lleva la mano a la frente suspirando. Ana e Inés bailan esquizofrénicamente en un bar repleto de gente. Suenan los “Hits” del momento. Todos saltan y cantan totalmente embriagados. Ana camina sola por una calle completamente vacía. Ana sube por la escalera con cierta dificultad, esquivando como puede a Papa Noel. Ana despierta en su habitación. Se incorpora llevándose la mano a la cabeza con cara de resaca. Se dirige hacia la puerta. Al poner la mano en el paño encuentra una nota en el suelo. Es de su madre. Le explica que se ha tenido que ir con urgencia al pueblo ya que su tía está muy enferma. Le explica también que ha dejado preparados unos “tuperwares” con comida en el congelador y que ahora ella deberá encargarse de las tareas de la casa. Acaba pidiéndole que se comporte y que no haga enfadar demasiado a su padre. Ana suspira. Ana entra en el salón. Juan está sentado en su sillón. Juan le pregunta, sin dirigirle la mirada, qué va a preparar para comer. Ana le explica un poco intimidada que ha quedado para comer y que puede calentarse algo de lo que ha dejado su madre en el congelador. Juan le pregunta con quién ha quedado para comer. Ana contesta con un tímido tono de voz que ha quedado con unas amigas. Juan golpea la mesita, mira a Ana y le pregunta si ha quedado con esa sucia. Ana no contesta con la mirada fijada en el suelo. Juan se levanta con aire amenazante. Se acerca hacia ella prohibiéndole terminantemente volver a ver a esa chica. Sigue diciéndole que ahora que su madre falta las instrucciones las determina él. Acaba ordenándole que prepare algo para comer. Ana levanta la mirada envuelta en ira. Le contesta que ella no es la sustituta de su madre, ni su criada y que Inés no es una sucia, sino su novia. Ana se da la vuelta, abre la puerta principal y sale dando un portazo.

"Cuando seas padre, comerás huevos" (I)

Proyecto de Largometraje.
Formato 100’.
Ficción.
Drama.


IDEA

Una adolescente, es pillada “in fraganti” por sus padres con una amiga especial. Tras el abandono de su madre del lecho familiar se las tendrá que arreglar con un padre que no acepta su condición sexual.


SINOPSIS

Ana vive, como muchos adolescentes, refugiada en su mundo, como respuesta a la educación represiva que le ofrecen sus padres, Juan y María, procedentes de familias humildes rurales y establecidos en la ciudad a mediados de los 60’s.
Ana, a diferencia de otros jóvenes de su edad, se muestra sumisa en el lecho familiar, rehuyendo así de posibles conflictos y manteniendo una aparente estabilidad familiar. Hasta que accidentalmente, su secreto mejor guardado es desvelado: Ana es pillada “in fraganti” por sus padres con una amiga muy especial, hecho que supera a Juan, un homófobo empedernido.
María, pilar principal de la familia, intenta mantener la calma, quitando importancia a la situación, hasta que recibe una llamada del pueblo, con la mala noticia de la enfermedad terminal de su hermana.
Con la ausencia de su madre, nada podrá evitar el enfrentamiento entre Ana y Juan, conflicto que será sólo el inicio del viaje de Ana hacia la búsqueda de su lugar en el mundo.


PERFILES PERSONAJES

ANA (17 años)
Estudiante de Bachillerato. Vive en casa de sus padres con los que no tiene muy buena relación, aunque se muestre sumisa con ellos. No soporta el conformismo que representa la figura de sus padres. Rehuye de los conflictos refugiándose en sus fantasías. Es muy sensible e insegura, necesita pilares que le reafirmen sus decisiones. Es muy soñadora aunque poco práctica para realizar sus sueños. Es reservada e introspectiva. No tiene muchos amigos ya que no se siente comprendida por la mayoría de gente que conoce. Viste de manera aparentemente descuidada, aunque muy estudiada. Está acomplejada por las curvas que dibujan su silueta.

JUAN (55 años)
Padre de Ana. Profesor de autoescuela. Le gusta sentir que posee un control sobre los demás y se muestra autoritario con sus alumnos. Se estableció en la ciudad durante los 60’s. Es xenófobo, conservador, monárquico y profundamente católico. Se muestra frustrado por la decadencia de todos los valores en los que creía. Es muy desconfiado, orgulloso y excesivamente introvertido. No tiene muchos amigos. Tiene un profundo sentido del bien y del mal, es un ético extremo. Su mayor miedo es ser malo o perverso. Vive amargado por la imposición de su propia moral represiva. Sólo ve los fallos en los demás y tiene muy poca capacidad autocrítica. No soporta la impuntualidad. Es un perro ladrador pero poco mordedor. Es autocontrolado, no explota fácilmente pero cuando lo hace resulta ser muy agresivo. Es excesivamente pulcro y maniático. Su apariencia física es muy rígida.

MARÍA (52 años)
Madre de Ana. Es empleada del hogar. Emigró junto a su marido del pueblo a la ciudad. Se casó cegada por la idea de formar una familia, ya que su mayor pánico era quedarse soltera. Es el pilar principal de la familia aunque en apariencia no lo parezca. Es generosa y evocada a los demás. Tiene un profundo sentido del deber y actúa muchas veces llevada por la culpa. Es muy devota y religiosa. Es muy extrovertida y sociable. Le preocupan demasiado las apariencias. Se autoengaña, su lema es “ojos que no ven, corazón que no siente”. Es conformista y cobarde. Rehuye de los conflictos ejerciendo el papel de mediadora. Nunca ha sido feliz con su marido pero no se ha atrevido a dejarlo. Le dan miedo los cambios. Su apariencia es un tanto descuidada.

INÈS (17 años)
Novia de Ana. Se conocieron a través de un centro cívico que las dos frecuentan. Pertenece a un rango social más alto que el de Ana. Es caprichosa. Le gusta experimentar y vivir situaciones arriesgadas. Tiene muchas ansias de éxito y popularidad. Es muy segura de sí misma. Se muestra fría ante los conflictos por la constante ausencia de sus padres por causas de trabajo. Tiene mucho cariño a Ana aunque no esta enamorada de ella. Se siente sola. No tiene muchos amigos ya que los tíos sólo la valoran por su apariencia y las chicas le tienen cierta envidia.

JESUS (25 años)
Alumno de Juan. Idealista en exceso. Tiene la certeza de que el mundo hasta ahora conocido está en crisis y ha llegado el momento del cambio. Cree también que él va a ser una pieza clave en el proceso. Es seguro de sí mismo a pesar del rechazo social que sufre. Es creyente aunque rechaza la concepción actual de la fe y la institución que representa la iglesia. Siente una profunda empatía por los demás (especialmente por la gente que sufre). Es sensible, compasivo, cariñoso y preocupado por los problemas ajenos. Es paternal, entregado, servicial, complaciente e íntimo. Cree en el amor como valor supremo.

MAGDA (50 años)
Amiga de la infancia de Juan y María. Es vendedora ambulante de objetos artesanales que ella misma produce. Es fiel a sí misma, emocionalmente honesta y autentica, hecho que le ha traído problemas de convivencia en el contexto tan cerrado en el que habita. Disfruta de la vida a cada instante. No juzga ni se entromete en la vida de los demás. Disfruta de su soledad. Aparenta ser más joven de lo que es, tanto por su vestimenta, como por su jovialidad y optimismo.

PABLO (55 años)
Amigo de la infancia de Juan. Es el cura del pueblo. Ha asumido un destino que no era el deseado. Es un soñador frustrado y un romántico melancólico. Se ha aislado del mundo creándose su propia burbuja. Tiene un aspecto un tanto decadente en parte por su adicción al alcohol.